viernes, 17 de diciembre de 2010

LUMBRERAS: UN HOMENAJE MÁS ALLÁ DEL TIEMPO

El día miércoles 15 de diciembre del 2010 será un día recordado para la academia y el folclore peruano. Cuatro personas fueron distinguidas con la medalla de la cultura y premio La Casona, que otorga el Centro Cultural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Luis Lumbreras, Raúl García Zárate, Jaime Guardia y Máximo Damián recibieron galardones. Algo muy importante en esta distinción: Estos cuatro personajes provienen de una misma tierra, del mismo lugar que los peruanos llamamos el rincón de los muertos: Ayacucho.

Lumbreras, al igual que los tres maestros de la música andina premiados, recibió el premio por su aporte a la Cultura nacional y, en especial a este investigador social, se le entregó el premio La Casona que reconoce su trayectoria académica. Y nada más acertado. El aporte de Luis Guillermo Lumbreras sin embargo, no es solo en el campo de la cultura. Es también aparte del campo académico sobre todo político y no solo del Perú, sino en toda América Latina, donde también se le han reconocido su aportes en cada congreso de arqueología. El estudio de su obra escrita es componente obligatorio en cada curso de teoría arqueológica del continente entero. No existe, además, un buen estudiante de arqueología desde la Tierra del Fuego hasta el sur del Río Grande que no haya leído, analizado y comentado a su temprana obra "La Arqueología como Ciencia Social".


El aporte de Lumbreras, más allá de las afinidades o discrepancias político-académicas, es histórico. He seguido con atención especial su obra escrita y comprendí, sin embargo, que muchos de sus planteamientos han sido superados, y mucha de su teoría marxista no se correspondía con su práctica académica. Pero esto ya fue reconocido y criticado por él mismo (Lumbreras, 2005), por lo que no me corresponde ahora abordar ese tema. Aquí, abordaré la importancia simbólica de ese premio a uno de los pilares de la teoría social en arqueología desde América Latina. El motivo es importantísimo: Gracias al marxismo latinoamericano en arqueología, dejamos de ser la "periferia" académica impuesta por la agenda científica norteamericana, que se sigue reproduciendo en nuestro país incluso por los exponentes disfrazados de nacionalismos y aquellos que buscan la identidad cultural sustentada en temas intrascendentes como lo más antiguo de América. Lo mismo se puede decir de los que utilizan el cliché de marxistas en la arqueología y terminan haciéndole un flaco favor a esta potente forma de ver el pasado, actuar en el presente y plantearse un futuro mejor. En el Perú se reivindica a veces una arqueología marxista, pero el discurso termina siempre donde comienza: en la nada.

Esto no es el caso de Lumbreras. La identidad que nos dio responde a un principio de clase y compromiso. No el compromiso partidario que los miembros de los viejos partidos comunistas y los tristes y reducidos grupos ortodoxos anteponen a los propios intereses de la sociedad. Sino el compromiso con el ser humano, con el campesino, con el indígena y con el obrero. Yo agregaría que el compromiso es con todos los grupos oprimidos del mundo, incluso el de las marginadas por sus condiciones de género. Lumbreras escribió que las contradicciones sociales están en el seno de la sociedad reproduciendo y aplicando en el Perú lo que aprendió de Marx y otros maestros. De ese modo, Lumbreras vio esas contradicciones universales también en el Perú, sobre todo, dentro de la propia práctica de la arqueología y de la ciencias sociales. Los arqueólogos sociales de las nuevas generaciones, en las que orgullosamente me incluyo, le debemos a él nuestra propia respuesta en el llamado, y la toma de consciencia de que su papel generacional e histórico ha sido cumplido a cabalidad. Tenemos en esta posta el reto de llevar a la praxis revolucionaria la base del conocimiento teórico esbozado por él. Debo agregar en esta lista a otros maestros como José Luis Lorenzo, Luis Felipe Bate, Mario Sanoja e Iraida Vargas y, en especial, Emilio Choy, quien mantuvo una importante dialéctica con Lumbreras en sus años formativos.

Justamente, el aporte de Choy ha sido recogido por todos los estudiosos del pasado andino. Alfredo Torero, reconoce este aspecto y las influencias que en él ejercieron los estudios de Choy: "A Choy debemos muchas sugerencias, surgidas en diálogos fructuosos, por lo que le expresamos nuestra permanente gratitud" (Torero 1974:215). La gramática marxista de la historia que quiso emprender Choy en el proceso social latinoamericano se basó en la lectura de nuestro proceso histórico como una escritura codificada (la que además incluye modificación y cambio revolucionario). Junto a Emilio Choy, Lumbreras buscó la comprensión de nuestro proceso en la historia, que posibilita también la comprensión de los mecanismos que pueden llegar a liberarnos y a abrirnos al camino de la realización plena como seres humanos, al camino de la igualdad, de la libertad y de la dignidad humana, lo mismo que buscaba Marx cuando era joven y cuando estuvo ya maduro.Un homenaje en vida a Luis Lumbreras es un reconocimiento a la importancia del proceso de liberación del ser humano. También a la historia y a la creación del poblador andino.
Considero, por lo tanto, históricamente justificado el reconocimiento a Luis Lumbreras, por su aporte y su papel. Debo agregar que ese mismo aporte ha trascendido ya la barrera del tiempo, y junto a Mariátegui seguirán animando a todos los estudiantes y arqueólogos a ser los soldados del socialismo, a defender la igualdad y los derechos del ser humano. No hubiera encontrado sentido a la práctica de la arqueología, ni hubiera escrito este texto, ni si no lo hubiese leído o escuchado en aquel taller de Arqueología Social organizado por el Centro de Estudiantes de Arqueología de San Marcos hace doce años. Si bien él afirma (Lumbreras 2010: 221) que “su tiempo y el de su generación era el tiempo superado”, puede estar tranquilo y seguro que sus palabras no se perderán en el tiempo. Los nuevos arqueólogos sociales estamos aquí para tomar su posta, porque sus enseñanzas van más allá del tiempo.


Referencias:

Lumbreras, Luis.
2005 Arqueología y Sociedad. Compilado por Carlos del Águila y Gonzáles Carré. INDEA-IEP, Lima.
2010 Arqueología Científico Social. Balance y Perspectivas. En Cátedra Julio C. Tello: 211-212. UNMSM. Lima.

Torero, Alfredo
1974 El Quechua y la Historia Social Andina. Universidad Ricardo Palma. Lima,

sábado, 11 de diciembre de 2010

A la memoria de Santiago Agurto

Colegas,

El Dr. Santiago Agurto acaba de fallecer. Con él muere una parte de la historia de la arqueología peruana. Sus contribuciones sobre arquitectura prehispánica difícilmente serán igualadas, sus catastros arqueológicos son aún de consulta obligada en valles como el de Chancay y su obra será perecedera.

A Santiago Agurto le debemos además, los arqueologos villarrealinos, la posibilidad de estudiar o haber estudiado la profesión. Le deben también los antropólogos, literatos, lingüístas y filósofos la misma gratitud.

Recuerdo aquel primer año de creación de la escuela de arqueología. Santiago Agurto era rector encargado de la Comisión Reorganizadora en la Universidad Nacional Federico Villarreal. A pesar de que era una comisión impuesta por el gobierno fujimorista, la gestión del Dr. Agurto, para quienes conocimos la universidad durante y después de la intervención, fue la única que en pleno apogeo del neoliberalismo y de la lógica cartesiana del costo-beneficio creó una Facultad de Humanidades, con carreras que entonces nada tenían que ver con la lógica capitalista. La inauguración de las réplicas de las esculturas de piedra de estilo Recuay que se hizo en el Patio de la Facultad, en el Local villarrealino del antiguo Colegio Jesuita de la Inmaculada Conceoción contó con su presencia, dándose el tiempo para conversar con nosotros, los novísimos estudiantes de arqueología en el año 1998. Nos dijo que era un logro hacer creado la facultad, y a mi réplica de que si no sería un logro obtener también una universidad sin ontervención gubernamental, me dijo que siempre hay imperfecciones, pero que lo importante era construir sobre ellas.

Hoy, 13 años más tarde, le doy la razón. El Dr. Santiago no solo había creado una facultad en el papel, sino que creó la infraestructura básica necesaria: El Laboratorio de Arqueología Hoorato Amado, con la colección de textiles de Amado, y su propia colección de cerámica de las culturas Nasca y Chancay. Creó también la biblioteca de la facultad que nos dio los libros aunque básicos, especializados. Todo esto sin embargo, con la desaprobación de las viejas mafias apristas villarrealinas, quienes vieron en Agurto a un enemigo de su tradicionalismo y conservadurismo.

Años después, luego que los mismos estudiantes de la Facultad de Humanidades iniciáramos las protestas estudiantiles que culminaron con el fin de las Comisiones Interventoras en las universidades nacionales, la Villarreal volvió a ser autónoma y se reinició la vida política estudiantil y el co-gobierno. Pero quienes luchamos todos esos años, no sabríamos que esos mismos profesores que en la época de la intervención nunca se pronunciaban salvo contadas excepciones, serían los primeros en reivindicar sus viejas consignas partidarias apristas, y atentar contra la memoria social de la universidad. Lo primero que vi fue que las placas que inauguraban las obras de Agurto eran arrancadas de las paredes. Esa, aunque otra historia, refleja la realidad que campea aún en el Perú. La realidad que por algún motivo desconocido, nos gobierna en la moral y en la política. Pero en los años que el Dr. Agurto fue rector, cual época mágica y años dorados, las mafias no exitían, los apristas no eran apristas, los profesores podían hablar de política sin ser expulsados (cosa que ya no ocurre) y los estudiantes podíamos decirle a nuestro rector que no nos gustaba el sistema sin ser expulsados. Y además, podíamos estudiar arqueología.

Sé que nada es perfecto, ni lo será. Pero gracias al Dr. Agurto aprendí que siempre puede ser peor. La realidad peruana nos lo confirma.

Si el Dr. Agurto escuchara, como nos escuchaba y atendía en la propia sala de su casa de Pueblo Libre las veces que lo invitábamos a conferencias, le diría que le estamos profundamente agradecidos, pero también me moriría de la vergüenza por haber permitido que se borre nuestra memoria, y con ella una parte de la de el mismo. Espero que este texto nos ayude a recuperarla.

Con le ruego de su difusión,

Miguel Aguilar, M.A.