sábado, 27 de septiembre de 2008

Arqueología Social Latinoamericana... Desde la Guajira hasta la Tierra del Fuego!




Este es el espacio de discusión sobre arqueología y política en América Latina, en los andes, en la amazonía. Desde La Península de la Guajira, en Colombia, hasta la Tierra del Fuego en Chile, nuestro enfoque es estudiar al ser humano dentro de su dinámica social, desde su aparición hasta nuestros días. Un estudio comprometido del ser humano, estudiando la vida, defendiendo la vida, protegiendo la vida.

Nuestra intención es promover la discusión en temas que conciernen a los arqueólogos latinoamericanos, nuestra presencia e introducción en la vida política nacional e internacional, las desiciones de las esferas de poder que atenten directa o indirectamente contra el desarrollo de los seres humanos, nuestra adaptación y la arqueología, y contra todo aquello que afecte directa o indirectamente el desarrollo y desenvolvimiento de la sociedad y el individuo, el cual es nuestro objeto y objetivo de estudio. Esta propuesta es viable en nuestro continente, sobre todo, porque nuestros pueblos, siempre sometidos, siempre subyugados, con desnutrición crónica, con hambre, necesitamos más que un discurso, acciones. Y pese a que neustras naciones y países presentan dinámicas internas tan diferentes, la defensa de la vida humana es la misma para todos.

Bienvenido a este espacio, alternativo y virtual!




Miguel Aguilar Díaz
Universidad de los Andes
Departamento de Antropología
Bogotá, DC. Colombia




Misael Contreras, Artesano heredero de las Tablas de Sarhua, mostrando abusos de militares "sinchis" a campesinos.
Prov. de Victor Fajardo en Ayacucho, Perú. Fotos de Miguel Aguilar.


viernes, 19 de septiembre de 2008

EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN EN ARQUEOLOGÍA. UNA PROPUESTA LATINOAMERICANA - Parte I

Después de que los llamados arqueólogos sociales nos invitaron a esta corriente de pensamiento hace más detres décadas, pocos fueron los intentos por estandarizar una propuesta metodológica de investigación. Es más, pocos fueron los casos (intentos, diría yo) en los cuales se lanzó a la Arqueología Social Latinoamericana (ASL) como una propuesta concreta de investigación y de actividad política y social. Pues en primer lugar, siempre que se habló de arqueología social, el único elemento en común que tenían los arqueólogos sociales, era el materialismo histórico como herramienta metodológica. Pero tanto Lumbreras, influenciado por el marxismo estructuralista, como Sanoja y Vargas, más hacia el lado de la ecología cultural, no tuvieron una propuesta concreta de investigación. El mejor caso de propuesta de investigación es el constituido por Bate, en "El Proceso de Investigación en Arqueología".


Llama mucho la atención, toda la influencia (la carga, el estigma) del historicismo cultural en los trabajos más tempranos de Lumbreras. Me pareció muy crítico, sin embargo, leer en la introducción de la última recopilación de sus escritos (Arqueología y Sociedad) una especie de balance y autocrítica para con su propia trayectoria. Pero aún la ASL no tiene rumbo, quizá todavía ni camine. En mi opinión, quizá como en la de muchos colegas, la arqueología social no existe como tal. No pasa de ser una invitación latinoamericana al socialismo, a la práctica política. Y así fue durante décadas. Un cúmulo de arqueólogos de izquierda, haciendo militancia de izquierda, hablando de la izquierda, etcétera. Pero nunca la propuesta final. Es más, seguíamos hablando de las "culturas" en lugar de hablar de las sociedades, seguíamos con el discurso en la boca, pero con la pluma en la derecha. Justificábamos acción, desde los salones universitarios, en el mejor de los casos.

Hoy en día, muchos arqueólogos reclamamos el corpus metodológico de la ASL. Dónde está ese aspecto de esta corriente que nos da la independencia epistemológica que sí obtuvo el procesualismo. Esta es una especie de propuesta, basada en un trabajo de investigación. La escribo, la redacto, la presento. Sin embargo: ¿Donde está la ruptura epistemológica de la ASL? No en el proceso de investigación científico, no en la búsqueda de la verdad. Esta verdad se presenta de acuerdo a nuestro cristal kaleidoscópico, y no será verdad objetiva, como ésta no se presenta incluso en la ciencia. Pero asumiendo que esa verdad si existió, que las condiciones que existen en la actualidad también existen pese a las distorsiones (la pobreza, la explotación, la exclusión y la marginación), la ruptura epistemológica de la ASL se encuentra en la praxis social, en la aplicación del "conocimiento" creado para modificar esa realidad, para llevarla al campo de la acción pragmática. Si para ello hay que enfrentarse al orden establecido, pues nuestra ruptura epistemológica es a la vez una propuesta política. Es una propuesta de compromiso no en el sentido partidario. Es una propuesta de militancia para con el cambio y la aplicación de estos conocimientos en pro del cambio para el beneficio social, para la justicia económica, para la inclusión de los excluidos. Nosotros como arqueólogos suramericanos no somos escuchados más allá de nuestras fronteras. Nosotros mismos hemos excluido otras voces. Nosotros mismos hemos reproducido la colonialidad y las condiciones de explotación en nuestros discursos, en nuestras concepciones preconcebidas de realidad. La arqueología social es además una actitud de ruptura, una participación en el proceso histórico, no simplemente una forma de interpretación más.

El derecho al pasado, es también el derecho al presente. Éste, debe ser reproducido prácticamente en nuestra sociedad: Es el derecho de las mujeres a una emancipación académica, política y social. Es el derecho de campesinos e indígenas a ser escuchados, a decidir sobre su presente y su pasado. Es el derecho de nosostros mismos a ser tratados equitativamente, no sólo en la academia internacional o nacional, sino a una vida con justicia económica. No podemos hablar de estudio al ser humano sin luchar por sus condiciones. No podemos estudiar la materialidad humana, permitiendo que se le asesine diariamente. Y nuestros países latinoamericanos, con la mitad de la gente viviendo en condición de pobreza, tenemos el campo de acción más concreto para esta aplicación. La ASL no es un compromiso con una ideología, sino un compromiso con la humanidad.


EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
Considero necesario realizar esta aclaración: que todo hecho social es un hecho histórico, y todo hecho histórico es un hecho social. Por consiguiente, tanto la historia, la sociología, como la arqueología y en general las ciencias sociales, moslos mismos fenómenos (Goldmann 1970:15). Por lo tanto, no es posible que estas disciplinas capten un aspecto real sin que se exponga de manera parcializada y abstracta, a menos que estos aspectos de la realidad sean complementados por los componentes de las ciencias sociales.

Los principios metodológicos del método de investigación en Arqueología Social, se refieren, en este sentido, a los aspectos generales que orientan el proceso de investigación social. Estos aspectos generales son necesarios para el análisis de ciertas leyes científicas que se cumplen y se repiten en las diferentes sociedades del mundo ubicadas en los diferentes espacios y tiempos dentro de la historia de la humanidad. Sin embargo, este aspecto no difiere de las particularidades que se een el proceso de investigación, y en las metodologías específicas usadas por cada ciencia social. No existen fórmulas que nos ayuden a determinar los aspectos particulares e irrepetibles de nuestra evidencia material, y de nuestra aprehensión y adquisición de este conocimiento. La ASL parte, sin embargo, del supuesto que es posible aplicar a Marx, quien plantea un método de investigación que se realiza a grandes líneas, en un método que se realiza dejando de lado las particularidades, las mismas que se pueden asumir desde su forma concreta:

"(…) la investigación ha de tender 1) a asimilarse en detalle la materia investigada, 2) a analizar sus diversas formas de desarrollo y 3) a descubrir sus nexos internos" (El capital, vol. 1, p. XXXIII. En: Rojas, 1989:12)

Por su puesto, estos principios metodológicos de investigación resultan en la práctica insuficientes. Puesto que aunque nos brindan un esquema general para el análisis de las características de la realidad, es difícil adecuarla esquemáticamente en cada investigación en particular. Cada tipo de análisis investigativo presenta nuevos retos para alcanzar la verdad científica, y es necesario, como en nuestro caso, recurrir a métodos específicos. Como buen reflejo de las características de la realidad, el proceso de investigación se inmersa de este modo, dentro de las características de la dialéctica, la que determina que no existe un cuerpo inmóvil, repetitivo y estancado, sino que todo está en constante contradicción y en constante movimiento. Rojas (1989) nos dice que la investigación no sigue esquemas rígidos ni mecánicos, que concebirla de este modo significaría que la realidad está muerta, paralizada y sin cambios, y que más bien sucede todo lo contrario: la realidad está en permanente desarrollo y transformación y adopta múltiples aspectos y relaciones en un devenir que no tiene un punto final.

Dentro del proceso de investigación considero necesario aplicar ciertos esquemas mucho más particulares propuestos por investigadores que comparten el método y los procedimientos específicos de la arqueología. Expondré, en primera instancia, los aspectos más generales que deben orientar una investigación, para luego pasar a los aspectos particulares que siempre estarán presentes en la misma, a los cuales debe adaptarse la metodología y los procedimientos arqueológicos de la misma. Debe estar dotada de lo que Mills ha denominado la imaginación sociológica, en el sentido de que:
"La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad. Esta es su tarea y promesa." (Mills 1971:25)


Esta imaginación, de acuerdo a Mills, permite a su poseedor comprender el escenario histórico más amplio en cuanto su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de diversidad de individuos. Todo individuo vive, de generación a otra, en una sociedad que vive una biografía, y que la vive dentro de una sucesión histórica. En este sentido, por el hecho de vivir, el individuo contribuye, aunque sea en pequeña medida, a dar forma a esa sociedad y al curso de su historia. Mills (1971) reconoce esta característica en los principales analistas sociales clásicos, y nos dice que ningún estudio social que no vuelva a los problemas de la biografía, de la historia y de sus intersecciones dentro de la sociedad, ha terminado su jornada intelectual. Los analistas sociales clásicos que imaginativamente han tenido conciencia de lo que prometía su obra, se han formulado, en este sentido, tres juegos o tipos de preguntas que han constituido los ejes intelectuales de los estudios clásicos entre el hombre y la sociedad, y son las preguntas que inevitablemente debe formularse toda mente con imaginación sociológica.


METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA
La Metodología de investigación se realizó de acuerdo a dos métodos de investigación que los consideramos complementarios, y que nos permitirán tener una visión integral de la sociedad que pretendemos investigar, como son:
1) El Método Inductivo, basado particularmente en la observación directa, para tratar de ir de lo particular a lo general en las evidencias materiales que sean suceptibles de analizar.
2) El Método Deductivo, basado en realizar un análisis desde un enfoque muy general, para solucionar un hecho en particular.

La metodología de la investigación basad en un método inductivo – deductivo resulta particularmente útil en la investigacón arqueológica. Es lo que podríamos resumir en aplicar dos tipos de escalas de análisis, la particular y la general.

martes, 26 de agosto de 2008

La Historia y la vida: Entre la arqueologia y la política

En el Perú, como en América Latina, la historia y la vida se abordan de diferentes maneras: La historia es el pasado sin relación al presente, la descontinuación de hechos reales que fueron configurando nuestra actual cobertura social, nuestra máscara de papel cubriendo una estatua amorfa,; nuestra realidad que esconde, o que trata de esconder, nuestra misma vida.

La vida es abordada,por otro lado, como la biografía neoparticularista del individuo real; el accionar y la lucha cotidiana por la supervivencia en un medio ambiente desligado de toda esa masa de piedra y barro escondida por las máscaras de papel que se crearon en nuestras propias biografías: La vida, al margen de la historia, funciona; es extremadamente pragmática, se encuentra en una suerte de darwinismo spenceriano determinada por los compromisos individuales de gobernantes y capitales salvajes. Se ve a si misma en la televisión, en los diarios, en el chisme, en el otro. Pero nunca se ve desde el ojo de la historia, del proceso, de la conformación de nuestra realidad: nuestra realidad es triste, es pobre y hambrienta de cuerpo y espíritu. Hambrienta de una realidad que nisiquiera impuesta puede dar frutos, una realidad represora que no se ve a si misma reflejada en los cientos, o miles de años de su historia.

La biografía individual debe ser abordada, a mi modesto entender, en palabras de Mills, dentro de una sucesión histórica, con imaginación. Esta imaginación, permite a su poseedor comprender el escenario histórico más amplio en cuanto su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de la diversidad de individuos. Todo individuo vive, de generación a otra, en una sociedad que vive una biografía, y que la vive dentro de una sucesión histórica. En este sentido, por el hecho de vivir, el individuo contribuye, aunque sea en pequeña medida, a dar forma a esa sociedad y al curso de su historia. Mills (1971) reconoce esta característica en los principales analistas sociales clásicos, y nos dice que ningún estudio social que no vuelva a los problemas de la biografía, de la historia y de sus intersecciones dentro de la sociedad, ha terminado su jornada intelectual. La vida es la historia, como la historia nos forma la vida.

Pero ¿cómo formar una imaginación para abordar nuestra propia vida? ¿cómo es posible hablar de imaginación en una realidad que no permite la configuración de nuestra propia mentalidad histórica, que nos somete y explota social, individualmente? A través de la historia: Nuestra imaginación se basa en la conformación de nuestra mentalidad social, configurada por la materia, es decir por la realidad. Esta imaginación ha sido formada en el transcurso de los años, de los siglos y de los milenios por nuestra propia historia. Por nuestra historia arqueológica, nuestra historia presente, y será configurada tambiénpor nuestra historia futura. Desligar la vida de la historia, es desligar el hecho y la consecuencia, del acto y el compromiso.

Yo soy un arqueólogo social, por el simple hecho de que admito un compromiso entre el estudio de la vida y la historia, y porque a su vez, defiendo esa vida, y esa historia. Esa historia no local, no nacional, sino de la historia encarnada en el sangriento proceso de explotación y muerte de nuestros pueblos: Perú, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Venezuela, Oriente y Occidente. Una historia que no puede ser dividida ni segmentada. La división nos desencarna, nos somete y nos aliena,; nos coloniza, desde el norte, y a veces desde nosotros mismos. El compromiso en este sentido, es político, es económico, es gramsciano: No se puede estudiar al ser humano sin defender la integridad de su vida, sin defender el medio vital de nuestra existencia, de nuestra evolución biocultural; sin defender la equidad de raza, la igualdad de género no sólo entre mujeres y hombres, de nuestro derecho al pasado y a la vida en nuestra historia. La globalización es, en este sentido, el fenómeno más letal, no casual ni abstracto, sino material e intencional que atenta contra nuestras vidas, el pasado, la historia, contra el medio ambiente, contra nuestra igualdad objetiva; contra los derechos de las minorías, e incluso, de las mayorías. La globalización es explotación, y por lo tanto, nos empuja al abismo de nuestra propia extinción.

Miguel Aguilar
Universidad de los Andes

miércoles, 12 de marzo de 2008

Entre el Hombre de Kennewick y Machu Picchu. Una Perspectiva sobre la Repatriación Cultural en el Nuevo Mundo

Figura 1. Machu Picchu visto desde el Camino Inca. Foto: A. Schuray 2007

Hace más de 500 años que el continente americano y sus poblaciones aborígenes tuvieron el primer contacto con un grupo de hombres diferentes a ellos, extraños en todos los sentidos. Ellos, con una tecnología más desarrollada, pudieron controlar, con la fuerza y por las contradicciones internas de muchas de estas sociedades, los territorios de lo que llamaron el Nuevo Mundo, habitados por hombres que desarrollaron diferentes niveles de tecnología, religión y una larga historia por detrás. Los extraños no respetaron entonces ninguna creencia, cultura, diferencia o materia alguna concerniente a Derechos Humanos tal como los entendemos en estos días. Hoy, más de 500 años después, este encuentro se visualiza más un desencuentro. Se están repiten algunos aspectos, como la falta de respeto de las creencias y el derecho a la identidad cultural material y espiritual que tienen todos los pueblos, en el mismo escenario y con una perspectiva no muy diferente a la primera. Esta vez el enfrentamiento se encuentra entre los reclamos de un grupo de científicos, contra los derechos de algunos grupos de americanos nativos. Para estos últimos, marginados y olvidados durante mucho tiempo, no se están reconociendo los derechos que tienen cada pueblo y cada nación a que sus creencias sean respetadas como seres humanos sin importar su procedencia, clase social, origen, raza, religión nacionalidad, costumbres o tradiciones[1]. Estos grupos piden que se les restituyan los restos humanos y materiales de sus ancestros. Es importante manifestar que el respetuoso tratamiento de los restos mortales de los ancestros y muertos de cada grupo es una cuestión fundamental de derechos humanos. Las ciencias, que no se encuentran desconectadas de la humanidad, no desconocen este derecho, pero en algunos casos algunos científicos se oponen a la repatriación y veneración respetuosa de estos restos por parte de los descendientes reconocidos de ellos. La justificación utilizada, es que los reconocimientos de estos derechos pueden afectar el desarrollo de las ciencias: la antropología física y el campo de la arqueología. El caso del Hombre de Kennewick, the ancient one, es uno de los más controversiales que existe dentro de los EE. UU., pese a que la ley de este país permite la repatriación de restos mortales humanos que se encuentren filiados culturalmente a tribus de los nativos americanos. El pedido de repatriación, pese a ser algo complejo por la importancia que estos restos tienen para la ciencia, se está concibiendo y manejando en contraposición al desarrollo científico y al acceso a los restos tanto mortales como culturales. Esto hechos, no hacen más que enfrentar a una parte de la población con la comunidad científica. Tal y como dice el comunicado de prensa del World Archaeological Congress[2] (WAC), La Antropología Física ha hecho un trabajo satisfactorio en los últimos 14 años bajo la presencia del Native American Graves Protection and Repatriation Association (NAGPRA). Y la reacción que se presenta frente a esta repatriación y a la propuesta que se reconozca como Nativo Americano a todos los restos humanos encontrados en los Estados Unidos previos a la llegada documentada de los exploradores europeo, es una reacción hostil a las comunidades de indígenas nativos, causando desconfianza en estos grupos y haciéndole daño a nuestra disciplina. Es cierto que la experiencia internacional muestra que las investigaciones sobre restos humanos y restos elaborados por los grupos de indígenas previos y posteriores a la llegada europea son mucho más fructíferas cuando los descendientes de estos mismos grupos trabajan juntos y en cooperación con los arqueólogos. Por ejemplo, Hiram Bingham, en la expedición de la Universidad de Yale en 1911 a los Andes sur orientales peruanos, "descubrió" Machu Picchu (Figura 1) al ser guiado por algunos pobladores locales a las famosas ruinas que ahora constituyen uno de los símbolos de identidad cultural más fuertes en el Perú, sobre todo en la comunidad Quechua del Cusco de los Andes Centrales.

Sin embargo, Bingham retiró del Perú una gran cantidad de hallazgos de sus excavaciones arqueológicas. Este pedido fue aprobado y condicionado por el Estado Peruano en tres resoluciones[3] que le permitieron retirar al explorador los citados restos: La Universidad de Yale fue la depositaria de los restos culturales, los que accedió retornar, y hasta la fecha, más de 90 años más tarde, constituye un hecho iincumplido. Esto ha motivado que la comunidad andina y el Estado Peruano actualmente reclamen por la repatriación de los restos culturales recuperados en Machu Picchu, restos de un profundo valor para la identidad regional indígena quechua, pero restos de valor museables para cualquier museo del mundo (Figura 2). Es particularmente interesante por el parecido jurídico al caso de Kennewick. La Cultura Andina es una cultura viviente con una herencia cultural y genética históricamente viva y reconocida por las leyes del Estado peruano y los trabajos de científicos sociales en toda la zona andina, al igual que las comunidades indígenas de nativos en Norteamérica.

Esta cultura material y los restos humanos de estos grupos de herederos han perdurado hasta nuestros días, y han sido estudiados por las ciencias antropológicas. En el caso de Kennewick, han sido estudiados intensivamente por siete años. En el caso de Machu Picchu, el Museo Peabody los ha poseído por más de 90 años, sin embargo, las casi 5,000 piezas no presentan una publicación científica que verifique su análisis ni el estado de conservación de los restos. Esto los convierte en más inaccesibles, no sólo para los descendientes directos de esta cultura, sino para los investigadores peruanos y peruanistas en el caso andino. En los últimos meses se ha hecho una serie de exposiciones de estas piezas en varios museos norteamericanos, pero pese a que el Cuzco cuenta con museos convenientes para su almacenamiento y correcta conservación no ha sido tomado en cuenta[4].


Figura 2. Botella de estilo Inca imperial procedente del Cusco, ubicada en los EEUU.
En: Burger y Salazar, 2004. p.133

Si analizamos mucho más profundamente, veremos que las diferencias de espacio y tiempo son grandes; sin embargo hay aspectos relacionados trascendentales. El caso del NAGPRA y la repatriación de los restos de Kennewick se presentan como un importante precedente para la repatriación de las miles de piezas de Machu Picchu, bien cuidados por la Universidad de Yale. En ambos casos son los grupos nativos los más afectados por la falta acceso a sus ancestros y su cultura material. Son ellos mismos los que reclaman justamente la restitución de sus restos[5]. Siempre les han pertenecido, son herederos biológicos y culturales de sus legítimos ancestros. Es importante reconocer que los restos culturales pertenecen a la humanidad y a los ciudadanos de sus países, pero es importante que permanezcan en su lugar de origen. La ley de los Estados Unidos, en este sentido, ha reconocido la legalidad de vínculo entre el hombre de Kennewick y las tribus de Colville, Nez Perce, Umatillaes y la Wanapum band, of the Columbia Plateau, y por lo tanto la restitución procede apoyada por la Ley. En el caso del Perú, la Ley establece que el Patrimonio Cultural es de propiedad de la Nación, independientemente de su condición privada o pública, y estos se encuentran protegidos por el Estado[6]. Aunque las leyes de los Estados Unidos no se aplican en otros países, así como las leyes peruanas no son válidas en territorios ajenos, en la Convención de 1970 de la UNESCO[7] se define al patrimonio cultural calificado para su protección a los objetos religiosos o profanos determinados por los Estados, incluso los que se hayan adquirido en excavaciones arqueológicas lícitas o ilícitas, y los Estados de esta convención (Perú lo ratificó en 1974 y EE.UU. la aceptó en 1983), acordaron evitar que los museos nacionales adquieran bienes culturales adquiridos ilegalmente, además de recobrar y devolver a pedido del Estado originario de la propiedad cultural cualquier bien mal adquirido o importado.

En Norteamérica, los grupos nativos han logrado que sus derechos sean reconocidos por las leyes de la Nación, que respeta todas las creencias religiosas y culturales. Su legislación ha implementado leyes que reconocen la importancia de los elementos culturales religiosos significativos, respetando su origen, procedencia, y por lo tanto, la propiedad histórica. Al igual que los hombres de hoy tenemos el derecho de preservar nuestro patrimonio y el respeto a nuestros muertos, se debe respetar el derecho de conservación de su patrimonio cultural y de veneración a sus ancestros, como lo declaran los principios universales de los Derechos Humanos. El caso del Hombre de Kennewick, que ha sido reconocido por el Departamento de Interior de los Estados Unidos como ancestro de las tribus del Columbia Plateau, es un reflejo de la legalidad de estos pedidos. Sin embargo, las leyes que impulsan el espíritu de reconocimiento de igualdad de trato y de respeto a los orígenes sin ningún tipo de discriminación no son universales, aunque instituciones como la UNESCO, ICOMOS, NAGPRA, WAC, SAA y en general las declaraciones de Derechos Humanos de los pueblos reconozcan el tratamiento especial y respetuoso de los restos mortales como materia fundamental en cuestión de derechos humanos y al patrimonio cultural como uno de los elementos fundamentales de la civilización y de la cultura de los pueblos[8], respetando también cualquier tipo de procedencia que estos tengan, sin ningún tipo de discriminación de origen, religión, raza, costumbre, tradición, social, clasista, política o económica, o sin ningún interés de tipo colonial u homogeneizador cultural por parte de ningún grupo de poder o alguna nación con intereses imperialistas o colonizadores. Debemos estar en un mundo de igualdades, libertades, y derechos. Y los habitantes de los grupos y naciones discriminadas y oprimidas tenemos derecho no sólo a la vida o a la salud, también tenemos derecho al respeto por los que los hombres y mujeres crean y han creando, por el propio cuerpo humano y nuestras pertenencias, que ya no deben exhibirse como “rarezas” sólo por provenir de culturas diferentes a la nuestra[9]. La “globalización” debe internacionalizar más la igualdad de los derechos, y no internacionalizar sólo los estilos de vida y la cultura homogénea.

Referencias.
MARTOREL, Alberto. (1998) Patrimonio Cultural. Políticas Contra el Tráfico Ilícito. Fondo de Cultura Económica. 187 pp. Lima.
MOULD De PEASE, Mariana. (2004) Machu Picchu y el Código de Ética de la Sociedad de Arqueología Americana.
PEASE G. Y., Franklin. (2000) Prólogo. Forewords to Machu Picchu: Patrimonio Cultural en Peligro. Editorial Malze. 149 pp. Lima.
UNESCO. (1983) Convenciones y recomendaciones de la UNESCO sobre la protección del patrimonio cultural. PNUD/UNESCO. 254 pp. Lima.
WORLD ARCHAEOLOGICAL CONGRESS. (2003) Kennewick Man. Press Release 27.06.03. URL: http://www.worldarchaeologicalcongress.org/ (2004) World Archaeological Congress Supports NAGPRA Amendment. Media Release 20.10.04. URL: http://www.worldarchaeologicalcongress.org/
[1] La posición del WAC en la Nota de Prensa del 27.07.03 “Kennewick Man” es compartida por el autor en este sentido.
[2] 20th October, 2004 “World Archaeological Congress Supports NAGPRA Amendment”.
[3] Estas se dieron en 1911, 1912 y 1916; y condicionaron la salida de los restos, con el retorno de todos ellos. Hasta la fecha sólo se han retornado los restos óseos, pero no los objetos materiales. (Mould de Pease, 2004: Machu Picchu and the Code of Ethics of the Society for American Archaeology)
[4] El Museo de Sitio de Machu Picchu, pese a contar con la infraestructura adecuada, no tiene importancia sin el material cultural procedente de excavaciones arqueológicas más importante (Martorell 2000:28). El Cuzco además cuenta con el Museo Inca, en la capital de la ciudad, donde se almacena una importante colección Inca (Figura 3).

[5] En la ciudad del Cuzco han habido muchos pronunciamientos respecto al tema y han sido apoyados por numerosos intelectuales cusqueños y peruanos. En la Figura 4, proporcionada por Mariana Mould de Pease se puede leer el útimo y uno de los más importantes pronunciamientos.
[6] Artículo 21 de la Constitución Política del Perú de 1993.
[7] UNESCO, 1986. pp. 63-80. Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, exportación y la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales.
[8] UNESCO (1983:67), 14 de noviembre de 1970. La “Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales” se hizo considerando a los bienes culturales de este modo, además de considerar que los museos, las bibliotecas y los archivos deben velar por que la constitución de sus colecciones se base en principios morales universalmente reconocidos.

[9] Pease G. Y., 2000:17