martes, 26 de agosto de 2008

La Historia y la vida: Entre la arqueologia y la política

En el Perú, como en América Latina, la historia y la vida se abordan de diferentes maneras: La historia es el pasado sin relación al presente, la descontinuación de hechos reales que fueron configurando nuestra actual cobertura social, nuestra máscara de papel cubriendo una estatua amorfa,; nuestra realidad que esconde, o que trata de esconder, nuestra misma vida.

La vida es abordada,por otro lado, como la biografía neoparticularista del individuo real; el accionar y la lucha cotidiana por la supervivencia en un medio ambiente desligado de toda esa masa de piedra y barro escondida por las máscaras de papel que se crearon en nuestras propias biografías: La vida, al margen de la historia, funciona; es extremadamente pragmática, se encuentra en una suerte de darwinismo spenceriano determinada por los compromisos individuales de gobernantes y capitales salvajes. Se ve a si misma en la televisión, en los diarios, en el chisme, en el otro. Pero nunca se ve desde el ojo de la historia, del proceso, de la conformación de nuestra realidad: nuestra realidad es triste, es pobre y hambrienta de cuerpo y espíritu. Hambrienta de una realidad que nisiquiera impuesta puede dar frutos, una realidad represora que no se ve a si misma reflejada en los cientos, o miles de años de su historia.

La biografía individual debe ser abordada, a mi modesto entender, en palabras de Mills, dentro de una sucesión histórica, con imaginación. Esta imaginación, permite a su poseedor comprender el escenario histórico más amplio en cuanto su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de la diversidad de individuos. Todo individuo vive, de generación a otra, en una sociedad que vive una biografía, y que la vive dentro de una sucesión histórica. En este sentido, por el hecho de vivir, el individuo contribuye, aunque sea en pequeña medida, a dar forma a esa sociedad y al curso de su historia. Mills (1971) reconoce esta característica en los principales analistas sociales clásicos, y nos dice que ningún estudio social que no vuelva a los problemas de la biografía, de la historia y de sus intersecciones dentro de la sociedad, ha terminado su jornada intelectual. La vida es la historia, como la historia nos forma la vida.

Pero ¿cómo formar una imaginación para abordar nuestra propia vida? ¿cómo es posible hablar de imaginación en una realidad que no permite la configuración de nuestra propia mentalidad histórica, que nos somete y explota social, individualmente? A través de la historia: Nuestra imaginación se basa en la conformación de nuestra mentalidad social, configurada por la materia, es decir por la realidad. Esta imaginación ha sido formada en el transcurso de los años, de los siglos y de los milenios por nuestra propia historia. Por nuestra historia arqueológica, nuestra historia presente, y será configurada tambiénpor nuestra historia futura. Desligar la vida de la historia, es desligar el hecho y la consecuencia, del acto y el compromiso.

Yo soy un arqueólogo social, por el simple hecho de que admito un compromiso entre el estudio de la vida y la historia, y porque a su vez, defiendo esa vida, y esa historia. Esa historia no local, no nacional, sino de la historia encarnada en el sangriento proceso de explotación y muerte de nuestros pueblos: Perú, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Venezuela, Oriente y Occidente. Una historia que no puede ser dividida ni segmentada. La división nos desencarna, nos somete y nos aliena,; nos coloniza, desde el norte, y a veces desde nosotros mismos. El compromiso en este sentido, es político, es económico, es gramsciano: No se puede estudiar al ser humano sin defender la integridad de su vida, sin defender el medio vital de nuestra existencia, de nuestra evolución biocultural; sin defender la equidad de raza, la igualdad de género no sólo entre mujeres y hombres, de nuestro derecho al pasado y a la vida en nuestra historia. La globalización es, en este sentido, el fenómeno más letal, no casual ni abstracto, sino material e intencional que atenta contra nuestras vidas, el pasado, la historia, contra el medio ambiente, contra nuestra igualdad objetiva; contra los derechos de las minorías, e incluso, de las mayorías. La globalización es explotación, y por lo tanto, nos empuja al abismo de nuestra propia extinción.

Miguel Aguilar
Universidad de los Andes

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